domingo, 15 de septiembre de 2013

LA PARABOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO.


10 "Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro, recaudador de impuestos.
11 El fariseo se puso a orar consigo mismo: 'Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres --ladrones, malhechores, adúlteros-- ni mucho menos como ese recaudador de impuestos.
12 Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.'
13 En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: '¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!'
14 "Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
Lucas 18:10-14 NVI

LA PARABOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO.
11, 12. en pie—como los judíos en la oración. (Mar_11:25). Dios, te doy gracias, etc.—El haber sido guardado de iniquidades crasas era sin duda causa justa de gratitud a Dios: pero en lugar de la actitud devotamente humilde y admiradora que esto debería inspirar, este hombre arrogantemente se separa de toda la humanidad, como superior a todos, y con una mirada despreciativa al pobre publicano, da gracias a Dios porque no tiene que estar lejos como aquél, bajar su cabeza como un junco, y golpear su pecho como él. Pero éstas son sus únicas excelencias morales. Sus méritos religiosos completan sus causas de felicitaciones. No limitándose al único ayuno anual divinamente establecido (Lev_16:29), él no era menos que los más rigurosos, que ayunaban el segundo y quinto día de cada semana [Lightfoot], y daba la décima parte no sólo de lo que la ley mandaba bajo el diezmo, sino de “todas sus ganancias.” Así, además de todo su deber, había obras de supererogación; mientras que pecados que confesar y necesidades espirituales que suplir él no sentía ningunas. ¡Qué cuadro del carácter y de la religión farisaicos!

13. estando lejos—como indigno de acercarse; pero aquélla fué la manera de acercarse. (Psa_34:18; Isa_57:15). no quería ni aun alzar los ojos—“sonrojándose y avergonzado” de hacerlo. (Ezr_9:6). hería su pecho, etc.—“seguía hiriendo”; en angustia (cap. 23:48) y oprobio de si mismo (Jer_31:19). sé propicio—palabra muy rara en tal sentido, sólo usada una vez más en el Nuevo Testamento, en el sentido de “hacer reconciliación” por sacrificio, Heb_2:17. Puede haber alguna alusión a esto aquí, aunque no es probable. a mí pecador—lit. “el pecador”; “si alguna vez hubo uno, yo lo soy.”

14. justificado antes que el otro—el sentido es, “y no el otro;” porque el fariseo no estaba buscando la justificación y no sentía ninguna falta de ella. Esta gran ley del Reino de Dios, en la enseñanza de Cristo, está inscripta en letras de oro sobre la puerta de entrada. Y ¡en cuántas formas diferentes está repetida! (Psa_138:6; Psa_147:6; Luk_1:53). Estar “vaciado de sí mismo”, o “pobre en espíritu”, es la preparación fundamental e indispensable para el recibimiento de la “gracia que trae salvación”; dondequiera que exista ésta, el “llorar” por ella que preceda la “consolación”, y el “hambre y sed de justicia”, que son recompensadas por la “hartura” de ella, como veremos, seguramente serán hallados. Tales, pues, y únicamente los tales, son los justificados. (Job_33:27-28; Psa_34:18; Isa_57:15).

Dios nos guarde

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